jueves, 14 de agosto de 2008

¡QUE SE MATEN ENTRE SI!

QUE SE ACABEN ENTRE SI.

Parece ser que en Ciudad Juárez ya perdimos la capacidad de asombro y ante la impotencia de hacer algo en contra de la exagerada e incontrolable violencia, tendremos que aceptar la idea de algunos. “Que se acaben entre sí”, rogando a Dios que no nos toque a nosotros o a nuestros seres queridos una o varias balas perdidas que nos hieran o nos maten.

No queda de otra.

Cada día, a pesar de “la presencia” (o quizá por ella), de las fuerzas militares, policías federales, estatales y municipales, aumenta el número de ejecuciones de civiles, polimunicipales, ministeriales, elementos de vialidad, incluso de personas inocentes de todas las edades y sexo.
En los primero catorce días de este mes han sucedido 94 hechos violentos de consecuencias fatales, 6.7 por día. El equipo olímpico “los sicarios” orgullosamente puede solicitar la medalla de oro de primer lugar en tiro al blanco por su eficiencia.

El día ayer, poco después de las siete de la tarde, un grupo armado a bordo de dos camionetas, un Chevrolet Avalanche y una Suburban, llegó e ingresó al centro de rehabilitación de adictos, Jesucristo Obra Bendición, ubicado en la colonia 1º. De Septiembre, en donde con ráfagas de armas de grueso calibre, ocasionó nueve víctimas mortales, incluido el diácono y el director del centro, además de cinco heridos. No satisfechos aún, salieron de ese lugar y en la esquina de boulevard Zaragoza y avenida de Los Aztecas, rafaguearon a otros adictos.
Los adictos (as), de este centro de rehabilitación, visten playeras amarillas y gafetes con las siglas C. I. A. D., y se les puede o podía ubicar en las esquinas de los cruceros de más tráfico vehicular, en donde a cambio de dulces solicitan apoyo económico para rehabilitarse de sus adiciones.
Hace poco más de un mes, en Internet estuvo circulando un correo en el que se decía que las féminas del C. I. A. D. que ofrecen dulces a cambio de dinero, se ofrecían a los conductores para llevar a cabo actos sexuales, que cuando convencían a un incauto, muy necesitado de estos placeres, abordaban el vehículo y le indicaban un lugar donde podrían realizarlo muy discretamente. Pero al llegar a ese lugar, varones de este mismo grupo, ya los estaban esperando, asaltaban al “galán” despojándolo de sus pertenencias, incluso del vehículo y si se resistía, era golpeado salvajemente.

Si estos hechos son muy graves, lo peor es que según testigos, este comando armado llegó al centro de rehabilitación custodiado por una camioneta Ford Lobo blanca en la que se transportaban siete u ocho personas vestidas de militares con boinas rojas, quienes se estacionaron a cincuenta metros del lugar de los hechos. Que cuando aún se escuchaban las detonaciones, los presuntos militares pasaron frente al lugar sin pararse.
Como a aclaración respecto a estas denuncias, de parte del ejército se negó que elementos militares llevaran a cabo alguna operación oficial en el lugar o estuvieran enterados de ese acto delictivo. Que probablemente algún comando militar pasó por el lugar, pero después de que sucedieron los hechos sin que se percataran de la matanza.
¡Que absurdas declaraciones!
A no ser que estos supuestos militares formen parte de los grupos que se dijo hace unos meses, vestirían como tales y realizarían actos violentos, en un afán de desprestigiar a los integrantes, si oficiales del ejército.

Por otro lado. ¿Cómo es posible pretender que la ciudadanía acepte como cierta la que se refiere a que: Probablemente algún comando militar pasó por el lugar, pero después de que sucedieron los hechos sin que se percataran de la matanza?
¿Acaso los sobrevivientes guardaron herméticamente su miedo y dolor y exigieron a los testigos absoluto silencio; las ambulancias cuando llegaron a recoger a los heridos no hicieron aullar sus sirenas, los periciales no acordonaron el área con sus vistosos listones amarillos con negro, no recogieron las evidencias, no interrogaron a los testigos presenciales, no llegó el SEMEFO para recoger los cadáveres, de manera que los militares que “pasaron por el lugar” no los vieron?
O todas estas acciones ¿fueron tan rápidas, que cuando los militares que “pasaron por el lugar” ya había sido retirado todo vestigio de ellas?

¿Qué otra absurda explicación dará la comandancia militar, para que sus elementos no hayan hecho acto de presencia? ¿Los altos mandos no escuchan las frecuencias policíacas, no escuchan las radios locales o no ven las noticias en las televisoras, como para no haberse enterado de estos mortales hechos y ordenar que asistieran cuando menos a ver?

Disculpen la pregunta. ¿Dónde está la presumida inteligencia militar?

Ciudad Juárez, Chihuahua. Agosto 15 del 2008. José Luís Elías García.

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