martes, 22 de abril de 2008

SE SUICIDA NIÑO DE NUEVE AÑOS.

SE SUICIDA NIÑO DE NUEVE AÑOS.

En el 2002, pocos meses después de que mi único hijo varón Carlos Alberto fuera cobardemente asesinado por un par de pelafustanes, que no obstante haber colaborado en las investigaciones de su crimen al máximo, como lo reconociera un comandante del inútil Grupo Zeus, quien delante de mi, en su oficina de La Subprocuraduría le dijo a un coordinador de ministerios públicos “que si todos lo familiares de víctimas fueran tan colaboradores en la investigación de los crímenes de sus familiares, como yo, los casos se resolverían con mayor facilidad y rapidez”

No sé que esperaba este comandante que yo respondiera, pero de inmediato dije esto: “Por favor comandante. Si como usted lo dijo, yo he colaborado al cien por ciento y después de cuatro años, la investigación del asesinato de mi hijo no tiene avances, mucho menos resultados, ya me imagino el estado que guardan los expedientes de quienes fueron asesinados y que sus familiares no han colaborado”

Decía que a los pocos meses después de este lamentable hecho, me ganó la depresión, me dio un infarto y se me declaró la diabetes. Era tal mí estado anímico, que en tres ocasiones tomé la pistola para acabar con mi sufrimiento. No se si me faltaron o me sobraron, pero el hecho es que no lo hice. Pero si comprendí porque muchos (as), han tomado esa decisión fatal.

La última vez que lo intenté, de repente llegó mi nuera (quien quince días después de que sepultamos a mi hijo, me dijo que estaba embarazada), para decirme: “Suegro lo que viene va ser niño, yo no voy a poder sola con él, necesito que se aliviane para que me ayude, porque además quiero que haga de su futuro nieto, otro Carlos Alberto”

Sentí como si me hubieran puesto una braza encendida en salva sea la parte y desde entonces, aunque a veces trastabillando, estoy de pie e intentando ayudarle lo más posible.

Traigo esto a colación, no para decir que soy el único que ha sufrido tanto como para intentar suicidarme. Lo hago porque para muchos resulta inexplicable que un niño de nueve años (quien en teoría debiera contar con todo el amor, con todo el respeto y atención de sus padres, quienes debieran proporcionarle cobijo, alimentación, vestido y educación), decida quitarse la vida.

Lo menciono porque, aunque por fortuna muchos niños (as) disfrutan de una vida feliz, tranquila en la grata compañía de sus padres, hay un sin fin de ellos que padecen todo un calvario como producto del trato violento y en el mejor de los casos el desdén, de parte de sus padres, quienes los golpean y los agreden sexualmente, eliminando por completo su auto estima.

Aunado a eso, los programas o noticias que a diario y por muchas horas ven en la televisión. Programas seudo infantiles, que incitan a la violencia, a la delincuencia a un sin fin de actitudes para nada positivas, que en gran medida les deprime, ya que algunos de ellos tienen puntos de comparación con algunos de sus amigos o compañeros de escuela, quienes son tratados de mejor manera y con mayor atención por sus padres.

Los menores que viven estas penosas situaciones, no tienen establecidas vías de comunicación con sus padres, mucho menos relaciones de afecto ni confianza. Son introvertidos, en su infantil inconciencia, consideran que a nadie le importan, les resulta sumamente difícil establecer relaciones de amistad, comunicar lo que les sucede y poco a poco se hunden más en la depresión, que les lleva, en el mejor de los casos a abandonar sus hogares, a drogarse, a delinquir, y en el peor, a tomar decisiones fatales como lo hizo el menor al que me refiero en este artículo.

Habría que hacer mucho para reducir el sufrimiento de estos menores. Los programas asistenciales gubernamentales en los tres niveles de gobierno, como Oportunidades, Fomento y Desarrollo Social, como el de Desarrollo Integral de La Familia, han sido un tanto deficientes, selectivos, no cumplen a plenitud con el objetivo para el que fueron creados y mientras estos no mejoren y optimicen sus actuaciones, estos problemas seguirán sucediendo.

Debido a las deficiencias de estas instituciones (en una ocasión escuché a un ¿funcionario? justificarlas, porque los niños no votan), es muy común encontrar a estos niños en los cruceros, limpiando parabrisas, vendiendo dulces o simplemente pidiendo limosna, muchos de ellos son explotados por adultos o por sus mismos compañeros de penas, mayores de edad.

Es claro que la mayor responsabilidad para el bienestar en todos los aspectos de los menores, recae en los padres. Pero muchos de ellos están inmersos en la gran preocupación de proporcionarles alimentación, por lo que el respeto, el amor y la educación pasan a segundo término.

Hago un atento llamado a todos aquellos padres, para que cuando lleguen a un crucero en donde seguramente encontrarán cuando menos uno de estos menores, no acepten que limpien sus cristales, no les compren dulces, mucho menos les den limosnas. Eso es fomentar la mendicidad y motivar para que muchos más hagan lo mismo, ya que parte de esos ingresos, les sirve para adquirir drogas y mantener a sus explotadores.

Si no pueden hacer algo más positivo por ellos, hagan hasta lo imposible, para que sus propios hijos no pasen a engrosar la lista de “niños de la calle” y por supuesto, que un día no deseable, se enfrenten ante el gran dolor de perder a un hijo (a), porque decidió “inexplicablemente quitarse la vida.

Ciudad Juárez, Chihuahua. Abril 22 del 2008.

José Luís Elías García
El Hombre de La Mancha.
www.diogenes2008.blogspot.com

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