domingo, 4 de noviembre de 2007

MEXICO COMPAÑÍA CONSTUCTORA, S.A. DE C .V.

Cuando estaba en primero de secundaria en mi natal Culiacán, Sinaloa, vi una película americana en donde se llevaba a cabo la construcción de una enorme presa. Solo recuerdo al actor principal. Jhon Wayne.

Lo que no se me olvida es la variedad de maquinaria que para la construcción fue empleada. (Enormes tractores, trascabos y moto conformadoras Caterpillar. Dragas de largas plumas, marcas Northwest y Bucyrus Erie. Gigantescos Euclid, camiones de carga y volteo, que sus llantas eran casi el doble de altas que yo, en los que se acarreaban las enormes rocas que eran extraídas como producto de las explosiones con dinamita que se hacían para las excavaciones, etc.).

Me impresionó tanto esa película, no tanto por la trama, que con la actuación del “Duke” Jhon Wayne era una garantía de excelencia, sino las maravillosas tomas panorámicas en las que se veían esas máquinas trabajando y por supuesto a los ingenieros, topógrafos y a los obreros de la construcción, que como todo niño me dije: “Cuando sea grande, voy a trabajar en una constructora de presas”

Este sueño lo hice realidad en 1963, cuando entre a trabajar a “La México” como “gasolinero” (era quien despachaba la gasolina y diesel a las camionetas, camiones y tractores, de los tambores de doscientos litros que unas pipas surtían en la estación del campamento que era movible según se avanzaba en la construcción).

La México, que así le decíamos a la empresa México Compañía Constructora, S. A, de C. V., era propiedad de los hermanos Jorge y Mario Larrea, tenía el contrato para la construcción de varios kilómetros del Canal Principal Humaya, así como de los canales laterales, sub y sub sub laterales, así como los drenes de la parte del canal contratado.

El Canal Principal Humaya inicia en el kilómetro 0+500 a partir de la presa Adolfo López Mateos, también conocida como La Presa del “Varejonal”, que así se llamaba el poblado donde se construyó y en ese tiempo llegó hasta Guamúchil, hoy Municipio de Salvador Alvarado, Sinaloa.

Par llegar a ese lugar, todos los días salíamos de Culiacán a las cinco de la mañana y éramos trasladados como animales en camiones de “redilas”. Llegábamos a las seis e iniciábamos nuestro trabajo.

Después de surtir el combustible a los vehículos, a la maquinaria pesada y de desayunar, pedía “raite” a los chóferes para ir a los lugares en donde estaban los tractores y dragas trabajando.

Aunque no trabajaba en la construcción de una presa, sentía mi sueño realizado al trabajar en una obra, en donde se usaban esas impresionantes máquinas, algunas de las cuales aprendí a operar.

En una ocasión en que por andar de “mirón” de esas, para mi fabulosas máquinas, se me hizo tarde y me dejó el “transporte de personal”, por lo que tuve que regresar caminando a Culiacán.

Había recorrido unos cinco kilómetros cuando llegué hasta donde se encontraba un automóvil con una llanta ponchada, que era conducido por una persona mayor, y me ofrecí a cambiársela. En ese momento supe que el conductor era el señor Gilberto Moreno, jefe administrativo de la constructora, quien me llevó a Culiacán.

Dos meses después fui llamado a la oficina de la constructora en Culiacán, donde el señor Moreno me dijo que a partir de ese día era su chofer. Fue así que poco tiempo después, a un hermano de mi madre (que era chofer del superintendente general de la constructora, el ingeniero Federico Schroeder) y a mí, nos comisionaron para llevar en una camioneta Ford 1964, un lote de plantas de rosales de distintas y preciosas variedades a Naucalpan, Estado de México a la casa de el señor Mario Larrea. Estas plantas le habían sido obsequiadas por el ingeniero Alfredo de la Isla, que era jefe de la delegación de la entonces Secretaría de Recursos Hidráulicos en el estado de Sinaloa.

La casa del señor Mario Larrea, en ese tiempo era de clase media alta.

¿Por qué escribo lo anterior?
Porque hoy me entero que al parecer los descendientes de Don Jorge y Don Mario Larrea, los hermanos Larrea Mota Velasco, hoy multimillonarios en dólares, que están al frente del Corporativo Grupo México, la compañía minera más importante en nuestro país y tercera productora de cobre en el mundo. Quienes a través de su subsidiaria estadounidense Americans Mining, Corp., presuntamente adquirieron fraudulentamente la empresa minera y fundidora Asarco en El Paso, Texas, cuando esta se declaró en quiebra por las miles de demandas millonarias en dólares, por haber contaminado el medio ambiente con residuos tóxicos de arsénico, plomo, asbesto y otras sustancias.

Según declaraciones del juez de Distrito, Andrew Hanen en Bronsville, Texas, no descarta la posibilidad de aceptar la demanda que los ex dueños de la Compañía Asarco presentaron, proceso legal que posiblemente se inicie en la próxima primavera.

Que lejos están aquellos tiempos en que los hermanos Jorge y Mario Larrea, si bien es cierto que eran ricos, también es cierto que no eran multimillonarios en dólares, ni tan voraces y presuntamente fraudulentos como sus descendientes.

Ahora si. ¿Quién fue primero, la gallina o el huevo?

Me refiero a quién inicio con estas prácticas de comprar compañías en quiebra, los actuales hermanos Larrea o Carlos Slím y otros?

¿No será posible que cambien de actitud, como lo hizo el personaje que interpretó Richard Gere en la película Mujer Bonita, que también llevaba a cabo esas prácticas?

Que por cierto, no los he visto aparecer en los medios de comunicación en que hayan atendido la petición del Presidente de La República Felipe Calderón Hinojosa, de ser solidarios para resolver los problemas del país en donde se han enriquecido. En este caso, el de los tabasqueños y chiapanecos que han resultado víctimas de las inundaciones que las lluvias han ocasionado, que también se dice, de la corrupción de los gobiernos federales y sus estados.

Ciudad Juárez, Chihuahua. Noviembre 4 del 2007.


El Hombre de La Mancha.

No hay comentarios: