lunes, 15 de diciembre de 2008

QUE CARO LO ESTAMOS PAGANDO.

QUE CARO LO ESTAMOS PAGANDO.

En los años sesenta, en mi natal Culiacán, Sinaloa, era muy común que en la terminales de “las guajoloteras”, tranvías o camiones tropicales que hacían el servicio de personas de los ranchos serranos a la ciudad, se observaran pasajeros que bajaban de ellas con unas bolsas de ixtle, en las que llevaban consigo muestras de marihuana y goma de opio extraída de la flor de Amapola (producto primario, del que mediante procesos químicos se elabora la heroína), mismas que les presentaban a los narcos, “padrinos”, como así se les llamaba, y que residían principalmente en la colonia Tierra Blanca.

Era muy común también, el ver convivir a éstos, muy amistosamente con policías y jefes policíacos en las cantinas de la localidad.

De igual manera por las tardes, cuando pasábamos por el cuartel militar, en ese entonces ubicado por la calle Francisco Villa, a unos metros de la Capilla de la Virgen del Carmen, nos llegaba un fuerte olor a marihuana, que los “guachos” quemaban en cigarrillos, para su relax.

Nadie se asombraba o escandalizaba por ello. La gran mayoría de “los culichis” hacía su vida. Trabajaba, educaba a sus hijos, quienes muy pequeños, asistían solos a sus escuelas; se convivía familiarmente sin mayores problemas.

Fue en el periodo 1962-1968, del exgobernador del estado Leopoldo Sánchez Celis y el expresidente municipal Amado Estrada Rodríguez, que se empezaron a dar actos violentos, asesinatos entre narcotraficantes, producto de los ganes que se hacían unos a otros y la lucha por la hegemonía del mercado, en el que surgieron las relaciones narco-autoridades y policías, que se vieron reforzadas en el sexenio siguiente en el que gobernó Alfredo Valdez Montoya, cuando llegó a Sinaloa la “Operación Cóndor”, instrumentada y dirigida por elementos del Ejercito Mexicano. Y de ahí pal’ real.

En ese tiempo me tocó hacer el servicio militar obligatorio y conocer a militares desde capitanes hasta mayores, que prácticamente llegaron de infantería (a pie), y a los pocos meses ya habían adquirido automóviles de reciente modelo.

De ese tiempo a la fecha, nuestra apatía, la falta de interés y complacencia con estas situaciones, ha permitido que por la ambición y corrupción de las autoridades de los tres niveles de gobierno, éstas hayan sido rebasadas y dejaran de ejercer el control que antes tenían sobre los narcodelincuentes, con quienes tenían arreglos submecatum.

Que caro estamos pagando por ello.

Hoy, las vidas de nuestras familias y la propia se encuentran en serio riesgo de perderlas, por el gran poder destructivo de la delincuencia organizada lo ejerce con toda crueldad en nuestro país, que prácticamente les ha convertido en dueños de vidas y haciendas y tal pareciera que no hay soluciones efectivas para ello.

Hasta el cansancio vemos y escuchamos a todas horas, declaraciones oficiales que nos dicen que la lucha en contra de este grave flagelo (Los Operativos Conjuntos, implementados por Felipe Calderón a principios de este año), se está ganando; pero los evidentes y nulos resultados las desmienten a cada momento, cuando nos enteramos de las constantes ejecuciones a la luz pública, a todas horas, sin importar el lugar, que estos sujetos llevan a cabo con total impunidad.

Es inconcebible que con la gran cantidad de policías de los tres niveles que se encuentran en nuestra ciudad no se pueda frenar, aún con la súper inteligencia y el equipo sofisticado con el que presumen contar.

Cada vez que se da un hecho de esta naturaleza, en todos los casos, estos miembros del los operativos, en el mejor de los casos, se dedican a acordonar el área del crimen, en espera de que lleguen los policías ministeriales y de que los del SEMEFO recojan los cadáveres y patatín patatán, mientras que los asesinos abandonan el lugar muy campantes.

Ninguno de los elementos policíacos lleva a cabo ninguna acción para buscarlos, mucho menos encontrarlos.

Por su parte la PGR, su titular delegado y sus agentes siguen nadando de muertito, cuando más, emitiendo declaraciones de absurdas justificaciones. ¿Por qué no hacen uso del helicóptero para efectuar la búsqueda de los delincuentes en el momento preciso? ¿Acaso García Ramírez y sus elementos, a raíz del muy conveniente mutis que hicieron, cuando hace unos años, frente a sus instalaciones asesinaron a una señora que venía de El Paso, TX., y a un parquero, se quedaron acostumbrados y por eso siguen sin hacer nada?

¿Cómo chingados se van a resolver estos graves problemas de inseguridad pública en Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua y todo el país con este tipo de autoridades, tan negligentes y complacientes, miedosas cuando menos, para no llamarles cómplices en estos hechos delictivos?

Ciudad Juárez, Chihuahua. Diciembre 15 del 2008. José Luís Elías García.

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