sábado, 2 de febrero de 2008

VIACRUCIS DE UN HONDUREÑO INDOCUMENTADO.

VIACRUCIS DE UN HONDUREÑO INDOCUMENTADO.

Gustavo, un adolescente de 18 años, salió de su país natal Honduras, el día 22 de diciembre del 2007 y el 7 de enero por la noche llegó a Ciudad Juárez, Chihuahua, con la intención de cruzar a los Estados Unidos en la búsqueda del “sueño americano”.

Esa noche se albergó en la Casa del Emigrante y como se acostumbra en ese lugar, a la seis de la mañana, después de desayunar salió en busca de trabajo.

Tuve oportunidad de conocerlo porque tocó a la puerta de mi casa, pidiéndome que le diera comida a cambio de limpiar el frente de ella. Lo invité a comer y mientras comía me narró las vicisitudes que tuvo que pasar para llegar a esta ciudad.

Es el hijo mayor de una familia de clase media baja, con cuatro hermanos menores. 16, 14. 9, su única hermana y 6 años su hermano menor.

Tiene estudios terminados equivalentes a la preparatoria. No fue posible que continuara con una carrera profesional (investigación criminal), por falta de recursos económicos, por ello es que decidió viajar al Estado de La Florida donde tiene unos parientes.

Esta es su historia:

“Salí a las doce de la noche del 22 de diciembre del 2007 de San Pedro Sula, Honduras y llegué a Agua Caliente, Honduras a la cuatro de la mañana del día 23. A las seis de la mañana compré un boleto para viajar a Guatemala capital (No se requiere pasaporte, solo un permiso), a la una de la tarde del mismo día, ahí conocí a un salvadoreño de 22 años”

“En ese lugar Alberto y yo (así se llama el salvadoreño), abordamos un autobús a Tecúm Umán, Guatemala, frontera con Ciudad Hidalgo, Chiapas, lugar al que llegamos a las seis de la tarde. Cruzamos a ese estado por el hueco de una malla que está sobre un puente hacia Ciudad Hidalgo”

“De pronto vimos una patrulla de policía y un niño de aproximadamente catorce años, al parecer cristiano, nos dijo a mi y a mi compañero salvadoreño que nos escondiéramos, porque si nos veían nos iban a quitar lo poco que traíamos y oró porque llegáramos a nuestro destino con bien”

“Caminamos por el monte, siempre con las vías del tren a la vista, hasta un pueblito. El dorado, en dónde en una tiendita compramos queso y tortillas y comimos por primera vez después de veinte horas de no hacerlo. En una casa entre el monte, el dueño nos permitió dormir en el patio”

“El señor nos indicó como tomar una “combi”, caminamos desde las cinco de la mañana del día 25, a las ocho la abordamos. Nos costó ocho pesos el boleto y ya en ella llegamos a una garita. Los demás pasajeros al ver nuestro temor por ser detenidos y enviados de regreso a nuestros lugares de origen, nos dijeron que no nos preocupáramos, que solo platicáramos y así pasamos desapercibidos y así llegamos a Huixtla, Chiapas”

“Cruzamos un puente y llegamos a la vía del tren y caminamos por seis horas, pasamos por Las Margaritas y Mojarras. Ahí nos dieron un raite hasta Tonalá, Chiapas, lugar al que llegamos tres días después. Escondidos y sin comer, estuvimos esperando el tren por dos días más. Nos encontramos con una señora a la que le preguntamos que a qué horas pasaba el tren y nos respondió que por ahí no pasaba, que teníamos que irnos a Arriaga, Chiapas y caminamos otras atro horas”

“Antes de llegar a ese lugar nos encontramos con unos asaltantes, que pretendieron despojarnos de los que traíamos, afortunadamente corriendo logramos huir de ellos por los cerros, pero unas horas después y por desgracia, nos encontramos con unos “mareros” que nos despojaron de las maletitas que traíamos con ropa, nuestro dinero, yo traía mil lempiras (dos Lempiras equivalen a un peso mexicano) y nos quitaron los zapatos dejándonos descalzos”.

Unos kilómetros adelante nos encontramos con un sujeto de aproximadamente cuarenta años, quien nos ofreció un raite, (conducía un Jetta Volkswagen de reciente modelo), además llevarnos a su casa a descansar y dinero para que continuáramos nuestro viaje, pero era gay, yo no acepté pero mi compañero sí, así que continué caminando solo hasta Arriaga, Chiapas”

“En Arriaga, el sábado 30 de diciembre a las nueve de la noche abordé el tren con destino a Tierra Blanca, Veracruz. Aunque iban muchos indocumentados como yo, para no exponerme a otra situación similar a las anteriores, me aislé por completo y viaje sentado sobre uno de los ejes del tren, de donde estuve apunto de caer porque a veces me vencía el sueño, finalmente llegamos a Tierra Blanca a las once de la noche del día 31”

“En Tierra Blanca, Veracruz un sacerdote católico que tiene un albergue para emigrantes me proporcionó comida, ropa y zapatos y a las cuatro de la mañana del día primero de enero, abordamos un tren con destino a Apizaco, Tlaxcala, lugar al que llegamos el 2 de enero a las cinco de la mañana”

“En un entronque ferroviario, un letrero indicaba que el tren se dirigía al Estado de San Luís Potosí, que no venía para Ciudad Juárez y en Torreón, en la oscuridad salté de el y al caer me golpee la espalda con una piedra”.

“En Torreón tres días después de viajar, como dije antes sobre uno de los ejes del tren y casi sin dormir, abordé otro hasta la Ciudad de Chihuahua, en donde al llegar a dos indocumentados y a mi, nos detuvieron unos policías que nos desnudaron, nos hicieron caminar de rodillas sobre las piedras, yo traía el pelo un poco largo y uno de ellos me lo jalaba arrastrándome y exigiéndome que le diera dinero. Por más que yo insistía en que ya no traía nada, que me habían asaltado y me obligó a quitarme los zapatos para revisarlos”.

“Tres horas después de tenerme desnudo y sin zapatos, burlándose de mí (yo tenía los vellos de mi cuerpo blanquizcos. El sudor producto de del dolor caminar de rodillas se me había congelado por el frío y temblaba todo mi cuerpo por más que trataba de evitarlo”.

“Cuando ese mal policía se dio cuenta que realmente no traía nada de dinero me dijo: Por esta vez te la perdono hijo de tu pinche madre, pero si te vuelvo a ver o pegas de gritos de lo que te pasó aquí te voy a matar”

“Poco tiempo después escuché el pitido de otro tren que venía en dirección mía, muy despacio. Lo abordé y unas horas después me baje cuando miré un letrero que decía Bienvenidos a Ciudad Juárez, pero aún estaba en la entrada de la ciudad, por lo que caminé bastante hasta que me alcanzó una camioneta conducida por un señor mayor de edad y le pedí raite”.

“Después de subirme a la cabina, el señor muy amable me invitó un café de un termo que traía, me dejó en la Colonia Satélite, en una calle frente a La Casa del Migrante el día siete de enero a las siete de la noche. Antes de bajarme me dio cuarenta pesos y me dijo que me cuidara mucho, que todavía me faltaban muchos riesgos y peligros que enfrentar. Que Dios lo Bendiga. El me hizo pensar que no todos los mexicanos son malos, como lo había creído por lo que otros me hicieron”.


Anteriormente por los diversos medios de comunicación, me enteré de este tipo de abusos en contra de los indocumentados centro y sud americanos al cruzar e internarse en territorio mexicano, pero al escucharlo de viva voz de uno de ellos, me hago la siguiente pregunta:

¿Con que autoridad y calidad moral las autoridades mexicanas y muchos mexicanos se rasgan las vestiduras por que el gobierno norteamericano y sus ciudadanos como los Minute Men agraden a nuestros indocumentados en ese país, cuando en nuestra frontera sur y a lo largo del territorio nacional se actúa de igual o peor forma?

Ha sido todo un escándalo el que se ha hecho por la construcción del Muro de la Ignominia.

¿Acaso es algo similar lo que hacemos, cuando debido a la violencia generalizada, colocamos rejas y protecciones en las puertas y ventanas de nuestras casas, para evitar que personas ajenas a nosotros se introduzcan en ellas?

¿Hasta cuándo, tanto las autoridades en nuestro país, como muchos de sus habitantes dejaremos de actuar con hipocresía y doble moral?

Si el Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa en realidad quisiera hacer algo para evitar la emigración de nuestros paisanos, debiera implementar programas serios para generar los empleos necesarios y suficientes en las diferentes áreas susceptibles de ello. Como apoyar la reactivación de la producción agrícola, hacer que las diferentes empresas paraestatales como la Comisión Federal de Electricidad, Petróleos Mexicanos, etc., fuesen efectivamente empresas productivas, que dejaran de ser la caja chica de los funcionarios que las dirigen, nido de vividores corruptos, incluidos los dirigentes sindicales, quienes se llevan la parte del león y las tienen en práctica bancarrota.

No andar con bravatas absurdas, asegurando que “donde se encuentre un mexicano ahí está México, retando y amenazando al Congreso y al Gobierno de los Estados Unidos por el trato que se les da a nuestros paisanos indocumentados”.

Ciudad Juárez, Chihuahua. Febrero 2 del 2008.

José Luís Elías García.
El Hombre de La Mancha.

1 comentario:

Hephaistion dijo...

excelente historia. me parece increible las cosas que tenemos que pasar como ser humanos para lograr nuestras metas, triste en vez de tratarnos como hermanos nos tratamos como enemigos. hasta cuando?